MIS VECINOS APRENDIERON QUE ES MEJOR NO ENFADAR A UNA ANCIANA DE 80 AÑOS

La señorita Jenkins es más que una vecina. Ha sido amable y sabia todo el tiempo que la he conocido.

Recientemente, unos jóvenes se mudaron al piso de arriba y se ha vuelto insoportable. Hacen fiestas todos los días. La señorita Jenkins tiene 80 años y necesita paz debido a su estado de salud. Y mi hija de 2 años, a la que le están saliendo los dientes, no puede dormir. Les he pedido que paren ¡MUCHAS VECES! ¿Y saben qué? Simplemente me insultan y siguen de fiesta. La policía tampoco ayudó. ¡Estaba tan enfadada! ¡Y no podía ni imaginar cómo podía acabar esto!

Pero la otra noche, volvieron a despertar a mi hija con su ruido. Me abalancé sobre su puerta, pero al momento siguiente me quedé helada al oír: “¡Señorita Jenkins, por favor, se lo rogamos, tenga piedad!”.

Me quedé de piedra cuando me enteré de cómo la señora Jenkins les dio una lección.

Resulta que la señorita Jenkins, que siempre había sido la imagen de la dulzura, tenía un as bajo la manga… o mejor dicho, en su sótano.

Mientras yo estaba a punto de golpear su puerta para quejarme de nuevo, ella ya había tomado la iniciativa. Subió lentamente al piso de arriba, llamó con tres golpes secos, y cuando los chicos abrieron —probablemente esperando a alguien de la fiesta—, ella les mostró una carpeta gruesa.

Dentro había copias impresas de todas las quejas que los vecinos habían hecho al propietario, fotos y vídeos grabados con fecha y hora, y —lo mejor— una lista detallada de las infracciones de ruido que había documentado durante semanas.

Pero no se detuvo ahí. Con voz tranquila, les informó de que ya había hablado con el dueño del edificio, con el administrador de la comunidad y con un abogado… y que si no paraban inmediatamente, la próxima llamada sería al juez de paz.

Al parecer, los chicos se pusieron blancos como la pared. Esa misma noche apagaron la música, y desde entonces el piso de arriba ha estado tan silencioso que hasta mi hija por fin duerme.

La señorita Jenkins no levantó la voz ni una vez… pero dejó claro que con 80 años, sabía exactamente cómo ganar una guerra sin dar un solo grito.

Hãy bình luận đầu tiên

Để lại một phản hồi

Thư điện tử của bạn sẽ không được hiện thị công khai.


*