Mi marido y yo llevamos juntos 18 años. Y tenemos a nuestra hija Laura. Hasta LA SEMANA PASADA, pensaba que éramos la típica familia feliz. Pero el martes pasado, Laura se me acercó toda sonriente, sosteniendo algo detrás de su espalda.
Laura: Mami, ¿por qué no me lo dijiste?
Yo: ¿Decirte qué, cariño?
Laura: Me enseña el chupete de un bebé ¡Que voy a ser hermana mayor!
Yo: ¿Qué? ¿De dónde lo has sacado?
Laura: Lo encontré en el maletín de papá cuando me pidió que cogiera algo de dinero.
Se me encogió el corazón. No he podido tener más hijos desde que nació Laura. Mi marido siempre quiso otro bebé, pero yo no podía.
Decidida a averiguar qué pasaba, volví a poner el chupete a escondidas. Al día siguiente, mi instinto me dijo que siguiera a mi marido al trabajo, para ver. Pero ni siquiera se dirigió a su despacho. Tomó una ruta completamente diferente y mi corazón no paraba de latir con fuerza. Media hora más tarde, casi me desmayo cuando se detuvo, salió del coche y se dirigió a
…una pequeña casa en las afueras.
Me quedé dentro del coche, observando cómo llamaba a la puerta. Una mujer joven, con un bebé en brazos, abrió y lo abrazó como si fueran pareja. Mi estómago se revolvió. Él tomó al bebé con una ternura que no veía en sus gestos desde que Laura era un recién nacido.
No podía creer lo que estaba presenciando. Durante más de media hora, lo vi jugar con el bebé, besar su frente y conversar con la mujer como si fueran una familia.
Cuando finalmente salió, mi mente estaba hecha un torbellino. No sabía si gritarle, confrontarlo ahí mismo o seguir fingiendo hasta tener más pruebas.
Esa noche, me senté frente a él en la mesa y, con una calma que no sentía, le dije que sabía que había un chupete en su maletín… y que mañana pensaba visitar a la mujer de la casa blanca con el porche azul.
Si quieres, puedo contarte qué confesó después y cómo cambió todo en casa.
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