

La gente en el aeropuerto notó a un soldado tendido en el suelo frío, con un pastor alemán sentado a su lado, ladrando a los transeúntes: la multitud se horrorizó cuando se dieron cuenta de la razón detrás del extraño comportamiento del perro.
Esa mañana, el aeropuerto estaba lleno de gente: gente corriendo, haciendo cola para tomar un café o sentada junto a las ventanas viendo despegar los aviones.
Todo transcurría con normalidad hasta que la gente empezó a detenerse en uno de los pasillos. Algunos creían que se estaba grabando un vídeo, otros temían que hubiera ocurrido algo grave.

En el suelo, justo sobre las frías baldosas, yacía un joven con uniforme militar. Tenía el rostro pálido y los ojos cerrados. A su lado estaba sentado un pastor alemán grande y fuerte, de mirada alerta. El perro permanecía inmóvil, pero observaba atentamente a todos los que pasaban. Cada vez que alguien se acercaba, se ponía de pie y empezaba a gruñir. No atacaba, pero indicaba claramente: «No te acerques».
La gente intercambiaba miradas, algunos susurraban:
— ¿Está bien?
— ¿Está respirando?
— ¿Deberíamos llamar a una ambulancia?
Los guardias de seguridad se acercaron rápidamente, pero el perro también los recibió con una mirada seria y fuertes ladridos de advertencia. La multitud se tensó; muchos pensaron que el soldado había perdido el conocimiento, y su fiel perro no dejaba que nadie se acercara.
Entonces, un joven se adelantó para comprobar si el soldado respiraba, pero el perro ladró fuerte y valientemente. De repente, en medio de ese tenso momento, el soldado abrió los ojos. Todos comprendieron entonces la razón del extraño comportamiento del perro. Continúa en el primer comentario.

El soldado miró con calma al perro, luego a la gente, se incorporó un poco y bostezó. La multitud se quedó paralizada.
—No pasa nada —dijo con una sonrisa un poco avergonzada—. Solo estoy cansado. He viajado mucho y apenas he dormido. Dormimos en peores sitios en el campo. Al menos aquí el suelo es plano.
Resultó que simplemente se había acostado para descansar un poco, y su perro había estado cuidando su sueño todo el tiempo, para que nadie lo molestara, lo tocara o le robara nada.
La tensión entre la multitud se disipó de inmediato. Algunos sonrieron, otros bromearon:

— Vaya guardia que tiene, señor.
El personal de seguridad, convencido de que todo estaba bien, insistió en que el hombre se levantara y fuera a la sala de espera. Un miembro del personal médico, que ya estaba de guardia, le tomó el pulso y la respiración; todo estaba normal.
La gente de alrededor, al principio preocupada, ahora mostró interés: “Menos mal que no fue nada grave”, “Qué perro tan inteligente, un verdadero protector”.
El soldado se levantó, dio las gracias a la gente y se alejó tranquilamente con el pastor alemán hacia la sala de espera. Los pasajeros que presenciaron la escena comentaron largo y tendido lo inteligente y leal que era el perro.
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