MI SUEGRA REORGANIZÓ TODO EN MI APARTAMENTO MIENTRAS YO ESTABA DE LUNA DE MIEL – UNA SEMANA DESPUÉS, SE PUSO FURIOSA CUANDO LE DEVOLVÍ EL FAVOR

Cuando mi marido y yo nos fuimos de luna de miel, le dejamos las llaves de nuestro pequeño y acogedor apartamento a mi suegra para que recogiera el correo y otras cosas. Pero cuando volvimos… Había reorganizado por completo la cocina y la sala de estar, había tirado algunos de mis cuadros y chucherías del dormitorio, y juro que también había tirado parte de mi lencería. Estaba tan disgustada que me eché a llorar. Cuando mi marido habló con ella, esta le dijo que estaba siendo de GRAN ayuda. Que no pretendía hacer nada malo, y las lágrimas le saltaron cuando ella quiso. Luego esperó a que estuviéramos solas. Me miró y me dedicó una sonrisa malvada, asintiendo con la cabeza para mostrar claramente su desprecio por mí. Se me rompió el corazón. No sabía que el karma había preparado la ocasión ideal para mi venganza. En dos días, mi suegra

…me llamó, desesperada, diciendo que necesitaba que le cuidáramos la casa mientras se iba una semana a visitar a su hermana. ¡El destino me lo estaba sirviendo en bandeja!

Acepté con la mejor sonrisa y, cuando ella se marchó, puse en marcha mi plan. No destruí nada, ni hice nada ilegal. Simplemente le devolví la “ayuda” exactamente en la misma moneda.

Reorganicé cada rincón de su casa. La cocina: cambié los cajones de sitio, puse los vasos donde iban los platos, las especias en el baño, los paños en la despensa. El salón: moví los muebles, colgué sus cuadros en ángulos absurdos y metí sus cojines en diferentes habitaciones. Y su vestidor… bueno, digamos que coloqué sus zapatos en pares equivocados y colgué su ropa completamente mezclada: vestidos de gala entre pijamas, ropa de verano junto a abrigos de invierno.

Una semana después, volvió. Apenas abrió la puerta, me llamó a gritos:
—“¡¿QUÉ LE HICISTE A MI CASA?!”

Yo, con mi cara más inocente, le respondí:
—“Oh, no te preocupes, suegra. Solo intentaba ayudarte. Pensé que así estaría todo más… organizado.”

Ella se quedó roja de rabia. Balbuceaba algo sobre falta de respeto, cuando mi marido, que ya sospechaba lo que había hecho, le soltó:
—“Mamá, ¿ahora entiendes cómo se sintió mi esposa cuando volviste de nuestra luna de miel y destrozaste su hogar? Exactamente igual.”

Su cara en ese momento no tuvo precio. Ni una palabra más.

Desde entonces, nunca más volvió a tocar una sola cosa en nuestro apartamento.

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