

Obtuve a mi perro de un refugio cuando tenía cuatro meses, y ya llevamos cinco años siendo inseparables. Mis padres murieron en un accidente de coche y no encontraba una razón para vivir sin ellos hasta que conocí a Frankie. Hace poco, me mudé con mi novia Leslie. E imaginen esto: un día, llego a casa del trabajo y no encuentro a Frankie por ninguna parte. Y entonces Leslie dice, “Oh, ¿Frankie? ¡Regresó al refugio! ¿En serio pensaste que permitiría que ese monstruo estuviera cerca de mi futuro hijo algún día?”. Obviamente, la eché y corrí al refugio para llevarme a Frankie a casa. Pero cuando llegué allí, soltaron la bomba que cambió toda mi vida futura. Mi perro
…nunca había regresado al refugio.
El personal me miró con cara de desconcierto.
—“Lo sentimos, señor, nadie trajo a un perro llamado Frankie aquí hoy.”
Mi corazón se detuvo. Salí corriendo, llamé a Leslie sin parar, y finalmente contestó con voz fría:
—“¿En serio pensaste que iba a dejar que ese perro tuviera prioridad sobre mí? Relájate. Frankie está bien… por ahora.”
Me dio una dirección y colgó. Con el corazón en la garganta, conduje hasta las afueras de la ciudad, donde la encontré parada junto a un coche con un hombre desconocido. Frankie estaba en el maletero, asustado, lloriqueando.
Cuando me acerqué, ella sonrió con una calma escalofriante:
—“Conocí a alguien que odia a los perros tanto como yo… y tiene espacio en su granja. Iba a entregar a Frankie allí, y no lo volverías a ver.”
La rabia me recorrió el cuerpo. Sin pensarlo, abrí el maletero y abracé a Frankie con todas mis fuerzas. El hombre retrocedió, murmurando algo como “no me meto en esto”, y se largó. Leslie, furiosa, gritaba que yo estaba arruinando su vida.
Esa fue la última vez que la vi.
Hoy Frankie y yo seguimos juntos, más fuertes que nunca. Y aprendí algo: quien no respeta a tu perro, no te respeta a ti.
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