

Cuando me enteré de que estaba embarazada, me puse muy contenta y me apresuré a contárselo a mi novio. Pero su reacción negativa me dejó de piedra. No sólo no quería el bebé, sino que me echó de su casa a la calle.
Gracias a amables desconocidos, encontré un lugar donde vivir y trabajé a tiempo parcial como repartidora de comida a domicilio durante el embarazo. Unos meses después, mi ex apareció y me pidió que volviera. Me quedé de piedra al descubrir el motivo de su inesperado regreso.
Detalles de mi historia en los comentarios.
Resulta que el motivo no era el amor, ni el arrepentimiento.
Su nueva novia lo había dejado cuando se enteró de que él me había echado estando embarazada. Además, su familia —que al principio me había despreciado— se enteró de la noticia y lo puso contra la pared: o intentaba “arreglarlo” conmigo o se olvidara de cualquier ayuda económica que le daban.
Por eso vino arrastrándose, con palabras bonitas ensayadas y promesas huecas.
Pero para entonces, yo ya tenía un techo, un trabajo estable y, sobre todo, paz mental.
Le miré a los ojos y le dije:
—Ya encontré un hogar para mí y para mi bebé… y no eres tú.
Se fue cabizbajo. Yo cerré la puerta con una sonrisa tranquila, sintiendo que había recuperado el control de mi vida.
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