
Tarde en la noche, una niña llamó a la policía y dijo que sus padres no se despertaban: cuando llegaron los oficiales, encontraron algo horrible.
El oficial de guardia estaba sentado en la comisaría, mirando la pantalla de un viejo monitor. El reloj de la pared marcaba las tres menos diez de la madrugada, la hora más tranquila de la noche. No había recibido ni una sola llamada de emergencia en toda la noche. El oficial ya estaba bostezando cuando, de repente, sonó el teléfono.
– Comisaría, le habla un agente –dijo, cogiendo el auricular por costumbre.
Al otro lado se oyó una voz infantil, delgada y ligeramente temblorosa:

– Hola…
El oficial frunció el ceño. La voz pertenecía a una niña pequeña, de no más de siete años.
Hola, cariño. ¿Por qué llamas tan tarde? ¿Dónde están tus padres?
–Ellos… ellos están en la habitación –respondió ella vacilante.
– Está bien, dame el teléfono de tu mamá o papá.
Hubo una pausa.
– No… no puedo – la voz de la chica se hizo más baja.
Las manos del hombre comenzaron a temblar.
Bueno, entonces dime qué pasó. Sabes que solo llamas a la policía para algo importante.
– Es importante… – sollozó la niña. – Mamá y papá están en la habitación… y no se mueven.
La somnolencia del oficial desapareció inmediatamente.
¿Quizás solo estén durmiendo? Es tarde en la noche.
– No. Intenté despertarlos. Normalmente mamá siempre se despierta cuando entro en la habitación… pero ahora no.
El oficial percibió inmediatamente que algo andaba mal. Su instinto le dijo: «Esto es grave».

¿Hay otros adultos en casa? ¿Quizás la abuela o el abuelo?
– No… sólo mamá y papá.
—Está bien, dame tu dirección —dijo rápidamente, mientras le hacía señas a su compañero para que preparara el coche.
La chica dictó la calle y el número de la casa. Antes de colgar, el agente dijo con firmeza:
—Escúchame bien. Quédate en tu habitación y espéranos. No te vayas, ¿de acuerdo?
– Está bien… – fue la respuesta tranquila.
Diez minutos después, la patrulla se detuvo frente a una pequeña casa de dos pisos en las afueras de la ciudad. La propia niña abrió la puerta.
–Están ahí…–señaló la puerta del dormitorio.
Los oficiales intercambiaron miradas y entraron a la habitación, pero lo que encontraron allí sorprendió a todos. Continúa en el primer comentario.

El dormitorio estaba en silencio. En la cama yacían un hombre y una mujer. Ambos inmóviles, con el rostro pálido como la muerte.
–Dios mío…–exhaló uno de los oficiales.
Llamaron inmediatamente a una ambulancia y a un equipo de investigación. Los peritos determinaron rápidamente que no había señales de violencia ni rastros de forcejeo. Pero al revisar el aire, todo quedó claro. Había una fuga de gas en la casa. Los padres se habían asfixiado mientras dormían.
La niña sobrevivió de milagro: su habitación estaba en el segundo piso, donde el gas denso subía más lentamente. Su costumbre de levantarse por la noche y abrir la puerta también la salvó: entró un poco de aire fresco en la habitación.
Sin embargo, los médicos dijeron que la niña también había inhalado vapores peligrosos, por lo que fue llevada inmediatamente al hospital, donde más tarde su condición se estabilizó.
Si el oficial de guardia no hubiera creído a la niña, si hubiera pensado que era una imaginación infantil o una broma tonta, ella podría haber compartido el destino de sus padres.
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